22494
post-template-default,single,single-post,postid-22494,single-format-standard,stockholm-core-2.4,select-theme-ver-9.6,ajax_fade,page_not_loaded,,qode_menu_,qode-mobile-logo-set,wpb-js-composer js-comp-ver-6.13.0,vc_responsive

El carácter, interrupción del ciclo amoroso

Claudio Naranjo explicaba la formación del carácter como una interrupción del flujo amoroso. Así como para el desarrollo físico del cuerpo se necesitan ciertos elementos químicos: calcio, potasio, vitaminas,…, para el desarrollo psicoemocional del niño es imprescindible sentirse querido de manera continuada.

 

Este amor tiene diversos aspectos: respeto como persona y como ser humano; reconocimiento, como sentirse valorado por lo que se es y no solo por las acciones; sentir que se tiene un lugar en el sistema familiar y en relación con el otro,…

 

Sin embargo, estos aspectos quedan condicionados a comportamientos y actitudes que se le exigen al niño. Por ejemplo: “si no haces esto, te voy a castigar”, “así no llegarás a nada en la vida (1)”,  “no llores, no es para tanto” (2), “porque lo digo yo… y punto”, “no seas malo”, “deja, que ya lo hago yo”,….

 

Así, el amor es condicionado, variable y dependiente de conductas, en lugar de ser un valor constante inherente al niño por ser persona.

 

Ante esa sensación de carencia de respeto, reconocimiento, valoración,… el niño desarrolla estrategias para volver a conseguir esos ingredientes vitales y sentirse querido. Son comportamientos adaptativos que al perpetuarse en el tiempo, se acabarán convirtiendo en el carácter, en la neurosis: el niño acabará repitiendo de adulto, de manera inconsciente y repetitiva, esas mismas actuaciones que utilizó para sentirse querido, a pesar de que ni ahora ni entonces, acabó satisfaciendo esa carencia tan nociva que tuvo en la infancia. Por ejemplo, si en la infancia solo me he sentido reconocido y valorado por mis logros (1) y no por mí como persona, de adulto seguiré buscando alcanzar éxito y triunfos. O, si he sido penalizado por la expresión de mis sentimientos (2), tal vez de adulto sea una persona insensible…

 

Tras muchos años de actividad profesional como psicoterapeuta, nunca he conocido padres malos, entendiendo esta maldad como una voluntariedad consciente de hacer daño. Lo que sí que he conocido un 99.99% de padres ignorantes. Esa vinculación tóxica entre lo amoroso y ciertos comportamientos  se hace de manera inconsciente, bajo una envolvente amorosa de darles lo mejor. Por ignorancia no somos conscientes del daño colateral que les estamos infringiendo.

 

Por eso, el mejor regalo para nuestros hijos es realizar nosotros mismos un proceso de autoconocimiento y poder  desvincular el amor de sus comportamientos y seguir educando sin interrumpir el flujo amoroso.

 

Si quieres ver el artículo original publicado en la revista Aaarti vida sana de Ibiza, pulsa aquí.

Para solicitar cita para terapia individual o grupal, rellena el formulario en nuestra web www.dralagestalt.com